Evitando la deriva



No sabría decir si hoy fue un buen o mal día. Espero que tú puedas ayudarme a elegir, porque mi mente no es capaz de llegar a un punto útil. Me pasé gran parte de la mañana dando vueltas por la estación. Observé a los pasajeros esperando su tren, me gusta ver a la gente cuando piensa que está sola, son los momentos donde muestran su verdadera cara. Es más, si alguien se comporta en tu presencia como en su soledad, es que has entrado en su alma. En esta ocasión nadie hizo nada especial; no como aquel hombre, que recitaba la lista de la compra como si fuera el mayor de los dramas.

Pude ver algunas personas que llevaban un protector, pero con esos es mejor mantener la distancia. Algunos rezuman maldad y los otros aunque buenos, tienen el poder parar aplastarte. No fue hasta cerca del medio día, mas o menos, cuando encontré a un errante. Es normal que de cada cierto tiempo uno se cuele en la estación, pero en este caso algo no iba bien. Fui ayudarle de todos modos. Se que es difícil hablar con ellos, pero la primera etapa tras la muerte siempre es dura y no debería vivirse solo. Recuerdo que tras mi muerte estuve errando mucho tiempo, el suficiente para que mi hija ya fuera una anciana. No les ayudo para evitar que pasen por lo mismo, si no porque me duele verles así; caminando como autómatas averiados. De modo que fui a despertarlo, con más suavidad que si fuera un sonámbulo. Al principio le costaba hablar y entender hasta lo más básico. Nuestra mente nunca se equilibra, siempre se queda en un limbo de caos.

Al final logró estabilizarse un poco, lo suficiente para intentar entender lo que estaba pasando. Estuvo conmigo la mayoría del día, mientras le explicaba como funciona este lado del mundo. No seguí un orden establecido, solo intentaba dar respuesta a sus muchas dudas. Lo que más le preocupó fue la deriva, es algo que no podemos evitar: de cada cierto tiempo rememoramos recuerdos y escenas de nuestra vida, para despertar en nuestro punto anclaje. No estoy seguro de como se define en que lugar nos anclamos, el caso es que siempre terminamos por regresar al mismo lugar. En mi caso es esta vieja estación. El pobre estaba bastante asustado pero el hecho de tener algunas explicaciones parecía calmarlo. No tuve tiempo de advertirlo de los Krai. Cuando estábamos descansando en el bar, empezó a dolerme la cabeza y antes de que el me mencionara su dolor en el pecho lo supe. Había entrado uno de ellos en la estación.

Algo que no mencione ni él ni a vosotros es que no estamos solos en este lado. No entiendo del todo como funciona todo por aquí, pero la cosa es que debemos alejarnos de ellos. Una joven me dijo hace años que les llamamos Krai y que son nuestro fin. No hay muchos y es fácil saber cuando se acercan, porque empieza a dolernos el mismo punto que nos dolía en nuestra muerte. Con el tiempo terminas por ver alguno y no sabría decir como son, ya que todos son diferentes. Pero el hecho es que si te atrapan te borran de este plano. Salí del bar casi llevándolo arrastras y nos subimos al tren más cercano. Al llegar a la siguiente parada pensamos que estábamos a salvo, pero tras un rato volvió a presentarse. Tuvimos que repetir el proceso cinco veces más hasta perderle, creo que eso fue lo que noté, ese Krai está siguiendo al chico. Decidí decirle la verdad, que está en serios problemas. Y no me preguntes porque pero decidí acompañarle. Así que aquí estoy, huyendo de un jodido monstruo por un joven al que ni conozco. No sé si hoy fue un buen día, y por mucho que te lo cuente un humano como tú ni siquiera me puede escuchar. Empiezo a pensar que igual no fue un buen día.



Diego Alosno R.


El primer relato de esta linea: Carta finita.

Comentarios

  1. Caramba, me ha gustado bastante. Qué bueno ha Sido encontrarte. Saludos.

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    1. Muchas gracias Frank, espero que te siga entreteniendo con mis historias. Un saludo.

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