Yo invito


El vaho del cristal es lo que me hizo decantarme por entrar. Mientras que para muchos es una incidencia de algo negativo, para mí es un llamado a la calma, un recordatorio del hogar caliente y de la fría intemperie. Por dentro es lo más imparcial posible, no hay ni un solo indicativo de afecto por esas paredes, no es más que un generador de dinero y eso me gusta. Si voy a un lugar, quiero que me ofrezcan el servicio que pago y nada más. La camarera no tardo mucho en acercarse para preguntarme que quería tomar. Estuve apunto de pedirle un poco de su maravillosa indiferencia, pero me decanté por un sencillo café. Por supuesto todo fue en su idioma, y ver que yo sabía japones parece que le hizo despertar un poco, pero se fue como vino, así que pudo ser un espejismo.

Mientras esperaba saqué mi libreta y me puse a escribir, no solo es lo que me alimenta, sino que es mi pasatiempo. Fue la sombra en las líneas lo que la delató, una mujer se había sentado conmigo. Mi primer pensamiento ya no lo recuerdo, el segundo fue dedicado a su cuello. No puedo repetir la conversación con exactitud, porque mi memoria no alcanza esos grados y no quiero llenar la historia de ficción, por lo que haré un breve resumen: se ofreció a pagarme la comida si escuchaba su historia. En esos momentos yo solo veía una mujer, varias tallas por encima del bulímico canon de belleza, con una larga melena de madera y un cuello que intentaba no mirar. Está claro que no podía pensar en si la situación era extraña o no, por lo que acepté. En cuanto ella se marchó escribí tan rápido como fui capaz para no olvidar nada de lo que contó, así que ahora voy a ignorar lo que dije hace unas líneas y completaré los espacios restantes de la historia con mi ficticia memoria.

Tuve una infancia bastante común, hasta que apareció ese maldito viejo. No te imagines nada sucio, lo único que hizo fue contarme una historia, pero todo cambió tras ello. Y creo que explicar esto va a ser la parte más difícil, tú intenta mantener la mente abierta. Cada vez que miraba a alguien veía su historia, mi cabeza se llenaba con todas las líneas que existían con su presencia. Toda la realidad donde habitaba infestaba mi cabeza, sin poder distinguir entre pasado o futuro, entre esa persona o una de sus iguales. Es una idea difícil de asimilar si no lo has vivido, pero te recomiendo que sigas escuchándome.


Yo hacía todo lo posible por estar sola, ya que eran los únicos momentos de lucidez, pero mis padres no creían en mi historia. Intentaron llevarme a una psicóloga (cuya consulta estaba en una gran plaza) y casi me muero. Había tantas personas que mi mente se bloqueó, empecé a ver imágenes rompiendo y mezclándose, hasta que sufrí una hemorragia nasal y perdí el conocimiento. Cuatro días más tarde me desperté sin que los médicos entendieran nada. Lo bueno es que en casa empezaron a hacerme caso, tal vez fue porque mi madre escribía sobre ciencia ficción, pero comenzamos a hacer pruebas. Tal vez suene mal, pero quiero aclarar que la única meta era que pudiera tener una vida normal, nunca se pasaron de la raya. Empecé a recibir clase en casa, mis propios padres me las impartían. Y con el tiempo terminé controlando mis habilidades, logre reducirlo a tres personas por día, era el mínimo que no podía evitar ver. Y en el proceso, descubrí toda su vida, sigo queriéndoles pero de una forma más madura y profunda.

Cuando alcancé ese nivel estaba empezando mi adolescencia, si ya es una etapa dura, imagínate la mía. Mira, se que suena a que me quejo por nada ´´si controlas un poder así puedes conseguir muchas cosas´´ es lo que pensaría todo el mundo, pues el mundo es imbécil. En esa edad descubrí algo que años después corroboraría: mí habilidad es inútil.
Si esto fuera una historia de ficción, me dedicaría a ver los hechos que desencadenan una línea temporal que me beneficia y a provocarlos, o dicho de una manera sencilla, ver el futuro y usarlo a mi favor. Pues no puedo, cada vez que lo intento algo sale mal, hay demasiadas posibilidades como para lograr algún control. De modo que no puedo hacer otra cosa que no sea mirar, soy una observadora por obligación.

El caso es que hace unos cinco años logré algo que antes era incapaz, pude ver mi tiempo. Puede no parecer una gran idea, no voy a poder cambiar nada y tal vez vea algo desagradable ¿Pero y sí descubría algo que me fuera de utilidad? Bien, descubrí algo que no suele pasar. Todas las líneas terminan del mismo modo, en esta conversación. Cuando salga por esa puerta voy a morir, aunque no se en que forma me tocará aquí, pero el hecho es que voy hacerlo. Y siempre te hago ser el sucesor de esta habilidad. Estuve dando vueltas a que nunca me niego a darte esto, podría hacerlo ahora y habría cambiado algo en mí vida ¿Pero por qué haría eso ahora? Si siempre te cuento esto será por algo. Bien, supongo que ahora tendré que pagar la cuenta.


Tras esa historia no sabía que pensar. Era la situación más extraña de mi vida y podía estar hablando con una loca, o con una mujer que tenía un sentido retorcido del humor. Solo quería hablar un poco más con ella, de modo que le pregunte como lo haríamos ¿Cómo me convertiría en el sucesor? Su respuesta sí soy capaz de recordarla, ´´ya está hecho, solo ve a descansar´´. Luego pagó la cuenta y se fue con un paso firme y bello. No pude evitar seguirla, ya no por su historia, sino por la mujer que representaba ser. Pero la perdí entre el gentío y tuve que conformarme con irme a dormir solo. ¿Estáis pensando si todo esto es cierto? Pues resulta que no estaba loca. 

Diego Alonso R.



El relato del que nació todoAcechar el tiempo

Comentarios