Maldito azar


Algunas cosas suceden en el momento más oportuno, mientras que otras en el peor de todos. Y el causante de esto es el azar. Para unos es la fuerza que decide los hechos y para otros simple estadística. Pero está claro que se divierte a nuestra costa y que su sentido del humor es un poco perturbador. Hay que admitir que es maravilloso ver su obra cuando no estás inmerso en ella, y que tiene una habilidad magistral para cambiarlo todo con un sencillo detalle. Como el sonido de un timbre.

Ding Dong...
Nuestro inquilino ha pasado una mala noche. Prácticamente no ha dormido y por fin estaba cogiendo el sueño cuando el timbre lo despertó. Tardó un rato en despejarse y otro tanto en llegar hasta la puerta. Cuando la abrió se encontró con una joven, morena y sencilla, con esa clase de belleza que no necesita pulirse. Nuestro aletargado hombre tardó unos segundos en notar que le estaban hablando. ´´Creo que ha contratado mis servicios para hoy, señor´´ fue lo que escuchó y tras pensarlo un poco se dio cuenta de que sí había contratado un servicio. Por lo que la invito a entrar hasta el salón y le dijo que le esperase ahí, tenía que cambiarse e intentar despertar del todo.

  • Siento la tardanza, me pillaste durmiendo y tenía que despejarme. Pensé que la cita se había cancelado.- Todavía está un poco lento, pero comienza a asemejarse a una persona.
  • No señor, pero si lo prefiere puedo venir en otro momento.- Se comporta con una profesionalidad impoluta.
  • No importa, ya que estás aquí. Además, mi espalda necesita un buen repaso.
  • No se preocupe, yo le quitaré cualquier dolor. Usted solo póngase cómodo y déjeme el resto a mí.- Le guiña un ojo y es suficiente para sonrojarle.
  • Está bien, tú eres la profesional.- Se sienta y cierra los ojos para intentar relajarse.
  • Bien ¿Estás listo? - Abre los ojos y la tiene ante él, con nada más que una fina lencería negra.
  • ¿Pero qué haces? ¿Por qué te quitas la ropa? - Lo dice mientras la mira y aparta la mirada intermitentemente.
  • Oh ¿Prefiere hacerlo con ella puesta? Está bien, usted manda.- Comienza a vestirse de nuevo.
  • Esto es bochornoso ¿Qué clase de masajista eres tú?
  • ¿Masajista? No, soy prostituta. - Ahora la sorprendida es ella.
  • ¿Qué? Pero yo no he contratado una...- Bueno, ahora se sorprenden ambos.
  • Espere ¿No es usted el señor Ramírez?
  • No, yo soy Holman. Ramírez vive en el piso de arriba.- Los dos pusieron la misma cara al entenderlo todo y tras unas cuantas disculpas nerviosas por ambas partes, ella se marcha y nuestro amigo Holman se vuelva a dormir.

Las siestas (las buenas siestas) no sabes cuando terminan. Y así se encuentra, desorientado y limpiándose las legañas de camino al salón. Se siente mucho mejor, si no tiene en cuenta su espalda. Tampoco debería contar con sus pulmones, los cuales va a llenar de humo nada más encender el cigarro. En cuanto encuentre su zippo... ¿Donde está? Lo había dejado sobre la mesa del salón, pero ya no está ahí. Enloquece buscándolo por toda la casa, hasta que recuerda algo. La joven. Estuvo solo en el salón, tuve que llevárselo ella. Había dicho que iba a casa de Ramírez, pues toca visitar al vecino.


Todos los pisos de un edificio son iguales, al menos esa es la teoría, porque a la hora de la verdad son muy distintos. Y el del señor Ramírez destaca por su desorden, parece que nunca se ha vuelto algo a su lugar de origen. Tanto es así que nuestro protagonista se mantiene de pie, por falta de un sitio donde sentarse. Esta es la tercera o cuarta vez que habla con su vecino, por lo que no sabe como abordar el tema. Además, es difícil pedirle información de una prostituta estando su mujer al lado. Pero no puede renunciar a ese zippo, no puede.

  • Mire siento molestarle pero, resulta que hoy una mujer me ha robado algo y usted podría ayudarme a encontrarla. - Intenta abordar el tema con sutileza.
  • Vale, le han robado ¿Y cómo se supone que voy ayudarle yo? - No para de rascarse la pierna, o lo que queda de ella.
  • Bueno, resulta que estuvo en mí casa por error, tenía que venir a la suya...- No deja de mirar al lugar donde deberían estar sus piernas y a la esposa, respectivamente.
  • ¡Ah! Te refieres a la puta de antes ¿Verdad?- Se ríe y vuelve a rascarse el muñón.
  • Emm... Sí. ¿Sabe cómo podría localizarla? - Mira con miedo a la mujer, esperando una reacción que no llega, luego mira el muñón.
  • ¡Eh! ¿Estás mirando a mis piernas? - Su tono de voz ya no amable.
  • No, no, claro que no...- Mueve las manos nervioso intentando no mirar de nuevo. Vuelve a mirar.
  • ¡Lo acabas de hacer de nuevo! Ya entiendo, piensas que para que necesito yo a una puta ¿Verdad? - Esta cabreado y es bastante divertido así, como un muñeco gritón.
  • Le juro que yo no...- Se esfuerza por mirarle a la cara.
  • Pues para tu información soy como un maldito toro ¿Verdad cariño?
  • Sí, un toro.- Es la primera vez que habla.
  • Así que no sigas mirándolas o acabarás llevándote una paliza ¡¿Entendido!?- Como un muñeco gritón.
  • Lo siento señor, yo no quería molestarle. Solo quiero encontrar a esa mujer.- Intenta contenerse la risa, parecer serio hasta conseguir su ayuda.
  • Bien. ¿Cariño donde conseguiste a esa?
  • En el cruce de Whitecars con Outburst. - Sigue sin cambiar su expresión.
  • Muchas gracias, no les molesto más. - Y salió casi corriendo hasta su propia casa, donde una risa nerviosa y sorprendida estalló, todo el edificio fue capaz de oírla.

Cuando Holman llegó descubrió que no era como el lo imaginaba. Había escuchado hablar de ese lugar como ´´donde más sexo hay por metro cuadrado´´ y su mente se imaginó una especie de calle-orgía. Pero se equivocó y mucho, es una zona de alta categoría, con las aceras relucientes y los coches más caros, lleno de mujeres muy bien vestidas que te acompañan por un precio. Tuvo que pasear un buen rato, ya que no sabía el nombre de la joven y no podía preguntar a nadie por ella. Hasta que la encontró y fue directo como una bala. Nada más verla le pidió de vuelta su zippo y saltaron dos pequeñas guardaespaldas. Dos mujeres bajitas y delgadas como una bailarina de ballet, al parecer hermanas gemelas con la única distinción de su pelo, una rubia y la otra morena. Por algún motivo hablaban en nombre de su compañera. Y no negaban el robo sino que pedían una contratación a cambio de la devolución.


Fue una negociación dura; él decía que si querían dinero se lo daría, pero ellas argumentaban que no era justo, son profesionales y no aceptan dinero sin trabajarlo, tenía que elegir a una y pagar un servicio. Durante la negociación la joven ladrona se mantuvo a un lado, sonriente. Al final llegaron a un trato, les pagaría el precio de un servicio a cambio de un trabajo de intermediarias. Y finalmente pudo hablar con la joven, para su desgracia ya lo había vendido en una tienda de empeños. Maldita suerte, pensó.

La tienda de empeños Sloman´s es de lo más común, un enorme espacio lleno de trastos de toda clase y al fondo un largo mostrador, donde espera su dueño. Un hombre bajito y con principios de alopecia. Nuestro amigo va directo al grano, intentando terminar con esto y fumarse un cigarrillo.

  • Antes vino una mujer a venderle un zippo, es gris y con una ese blanca, resulta que me lo había robado a mí. Lo quiero de vuelta, por favor. - El dependiente levanta la mirada hacía él y parece ir más lento de lo común.
  • Perdone no le he escuchado ¿Qué ha dicho?. Rojo.- Ahora si parece atenderle.
  • ¿Ha dicho...? No importa. Mire, usted tiene un zippo que es mío. Lo quiero de vuelta.
  • Lo siento señor, creo que se está confundiendo. Rojo.- Parece que también habla más lento de lo común.
  • Perdone ¿Está insultándome? - Parece dudar si enfadarse o no.
  • ¿Yo? Claro que no. Rojo.
  • ¿Cómo que no? No deja de repetirlo, deje de llamarme eso.- Ya casi a decidido cabrearse.
  • ¿A que se refiere? No lo entiendo. Rojo.- Parece confundido de verdad
  • Mire deje de llamarme rojo de una vez o tendremos problemas.- Pone una mano en el mostrador y se acerca al dependiente.
  • Pero si yo no dije nada de eso señor. Rojo.- Su cara es de absoluta sorpresa.
  • Espera ¿De verdad no te das cuenta? Es imposible...
  • Lo siento, pero no entiendo de que está hablando. Rojo.- El cabreo de Holman parece convertirse en duda y luego en aceptación.
  • Vale, parece que de verdad no te das cuenta, no importa. Mira tienes un zippo gris ¿Verdad? - Quiere terminarlo rápido, ya tuvo suficiente por un día.
  • Sí señor, lo conseguí hoy mismo. ¿Le interesa? Rojo. - Lo saca de bajo el mostrador, es el suyo.
  • Bien, se lo ha vendido una chica antes. Resulta que es mío, démelo.
  • ¿Dárselo? Oh no señor, ahora es propiedad de este establecimiento, tendrá que comprarlo. Rojo.
  • ¡Pero si es mío! A la mierda ¿Cuánto vale? - Como dije, solo quiere marcharse.
  • Cincuenta dólares señor. Rojo.- Se frota las manos lentamente.
  • ¿Qué? Si vale la mitad de eso. Mira, quédatelo no vale la pena está mierda. Adiós.- Se gira y marcha tan rápido que se hace daño al andar.
  • Adiós señor, un placer. Bolchevique, digo rojo.

Esa día el amigo Holman perdió su zippo y dejó de fumar. Y todo por culpa del maldito azar. Es mejor pensar a quien abrimos la puerta, aunque si ese asqueroso del azar nos la quiere jugar, terminará por hacerlo. 

Comentarios

Publicar un comentario