Tratamos
al silencio y al ruido como si fuesen enemigos, pero no es así, son
compañeros. Ambos cumplen una función necesaria en nuestra
realidad. Por ello, creo que deberíamos tratar de entenderlos en
lugar de dictar lo que son y lo que deben hacer. Porque solo sabemos
una cosa sobre ellos, una única norma, uno no debe destruir el
trabajo del otro. Suena contradictorio ya que es lo que hacen pero,
existen unos tiempos para cada uno, como nuestros turnos de trabajo.
Los cuales no deben romper, pero que no siempre cumplan las normas.
Es
curioso ver como los tiempos cambian. Todo el mundo se fija en las
grandes diferencias y olvidan como siempre que lo importante son las
pequeñas. Los minúsculos y tontos cambios que diferencian cada
generación, como por ejemplo: las horas previas al sueño. En otras
épocas la gente escuchaba la radio desde su cama, leía un libro (no
siempre bueno), o disfrutaba de la televisión. No digo que ahora
esto no siga haciéndose, sino que existen opciones que antaño no
tenían, como llenarte de series desde tu portátil. Y así estaba yo
terminando mi noche, enganchado a una serie y hundido entre sabanas y
mantas. El episodio terminó de una forma increíble y mientras
preparaba el siguiente lo escuché. Era un sonido suave e
intermitente, similar a un rasposo traqueteo. Encendí la luz y
busqué la causa. ¿Algo bajo la cama? No ¿En los cajones de la
mesita de noche? No ¿Tal vez el cable de la batería? No. El sonido
estaba dentro de la pared. Una pared que no comunica con un piso
adyacente, sino con otra habitación. Y tras hacer el mismo examen en
ella quedó claro, el ruido estaba dentro de la pared. Tenía un
volumen ínfimo y la serie estaba bien, no le di más vueltas.
Desperté
en plena noche. No con un sobresalto sino de una manera pausada, como
si mi cerebro se negase a seguir suspendido y encendiese de nuevo sus
funciones. Con legañas y durante un gran bostezo intenté observar
el reloj, pero aborté la misión al darme cuenta, el ruido de antes
fue lo que me despertó. Ahora era más rasposo y molesto que antes,
seguramente por mi cansancio. Sabía que no iba encontrar la causa
exacta de ello y tampoco podía evitarlo, por lo que me forcé a
dormir. O dicho de otro modo, aguante despierto hasta que el
agotamiento me hizo dormir. Desperté en una buena mañana, lleno de
energía y con hambre. Me serví un abundante desayuno (con más
azúcar de la debida) y lo disfruté con la televisión de fondo. Al
regresar a la habitación empezó de nuevo y me acerqué a la pared
en un intento de escucharlo con más claridad. Para mí sorpresa
había un agujero del tamaño de un ojo, la noche anterior la pared
estaba intacta así que hice el instintivo hecho de mirar por el.
Tres hileras de dientes me sonrieron y desperté de nuevo, sudando a
causa de un estúpido sueño.
La
verdad fue una mañana mediocre, sin ningún punto negativo ni
positivo. Volví a casa para comer y tras ello volvió a empezar. Era
como si el ruido me esperase, parecíamos un perro y su amo con la
diferencia de que yo no lo quiero. Intenté buscarle explicaciones y
la que más terminó por encajar, es que entre la pared hubiera algún
cable en mal estado, algo que hiciera contacto y provocase el ruido.
Eso podría terminar en incendio y no tranquiliza a nadie. Y opté
por llamar a una amiga. Cuando llegó le expliqué la situación y
fuimos a la habitación para escucharlo. No había ningún ruido.
Pasamos la tarde viendo películas en la habitación por si comenzaba
de nuevo, fue una buena tarde pero no se escuchó ningún ruido. El
día terminó y llegó el tiempo de mi presueño lleno de series.
Cuando lo tenía todo listo ese rasposo, odioso y juguetón traqueteo
regresó. No quería pasar una noche igual de modo que me trasladé
al salón. Habría sido gracioso ver mi expresión al descubrir que
esta vez el ruido llenaba la casa. No era más fuerte que antes,
seguía teniendo un volumen ínfimo pero, de algún modo lograba
llenarlo todo. No tenía escapatoria así que solo me quedaba un
plan, esperar a que el cuerpo cediera al cansancio.
Mí
cuerpo no cedió y el ruido no cesó. Lo escuche tantas veces que
terminé por encontrar un ritmo, uno que llevaba con los dedos sobre
la cama. Terminé por descartar la idea del cable en mal estado,
aunque por un momento deseé ese incendio. Con el paso de las horas
el día llegó y me fui de casa. Busqué la ferretería más cercana
y compre un mazo de demolición. Yo no dormiría pero iba a descubrir
que demonios provocaba ese ruido. Llegué a casa, me quite la
chaqueta y comencé el trabajo. Estaba agotado pero la curiosidad da
más fuerzas de las que parece y terminé rápido. Abrí gran parte
de la pared y encontré la causa del rasposo traqueteo. Había un
ciempiés ocupando la pared al completo. Yo me quedé inmóvil cuando
se giró hacía mí y y me dijo ´´Hola´´.
Diego Alonso R.
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