La mesa elegida fue la más pequeña, esa acompañada por las
sillas más rimbombantes del local. Lo cual tiene mérito en este nefasto lugar.
No es más que uno de los ya clásicos restaurantes modernos, lleno de cosas
abstractas y llamativas. En resumen, feos e incómodos. Al menos se que ella
jamás elegiría este lugar para comer, no es más que una unión de casualidades
que terminase aquí. Solo vale la pena una cosa de este antro de caché, el
guitarrista en directo, el roce de esas cuerdas está muy por encima de todo
este lugar. Es el tesoro entre la mierda. Sí, es casi literal.
Por eso el forzado acompañante que se sentó ante ella no
llamaba la atención. Sería el equivalente a un hombre alto y trajeado. Si
ignoras que bajo el traje hay un ser más peludo que muchos perros, sin nariz y
con una amplia sonrisa. Es curioso lo bien que queda un traje negro cuando eres
todo gris. Por supuesto la única sorprendida fue la dueña temporal de la mesa,
si no metió un grito es porque no podía creerlo. Y como parece, esta bestia no
es normal, por lo que empezó hablando.
- Siento venir sin avisar.- Lo dice con una mueca de
disculpa, bastante agradable para su aspecto.
- ¿Sin avisar? Si ni siquiera se quien eres…
- Claro, es la primera vez que me ves. Encantado Marta, me
llamo Guss.
- ¿Sabes mi nombre? Claro, esto debe ser algún tipo de
cámara oculta.- La muy desconfiada mira para todos lados, buscando una cámara.
- No, esto es real. Y me gustaría que prestaras atención,
no falta mucho para que llegue tu cita.
- Pero mírate, esto tiene que ser una broma. Es imposible
que existas.- Su cara decía más que sus palabras, y ya es decir.
- ¡Oye! Eso es bastante ofensivo. Malditos humanos, os
creéis que podéis faltar a lo que sea, pues no es así. Y ahora atiende, no
tengo mucho tiempo.- Por un segundo se puso serio, parecía un niño jugando a
ser adulto, pero hace efecto.
- Lo siento, no quería ofenderte. Pero… ¿Qué eres?
- Bien, acepto tus disculpas. Soy Guss, el monstruo de tu
infancia.
Y el camarero llega en el mejor momento, no es por ser una
historia, es que siempre hacen eso. No hace más que anotar lo que tomarán, un
café para ella y un zumo de melocotón para él. Se les da bastante bien ignorar
los detalles como la existencia de monstruos y gente borde. Aunque tienen un
excelente oído para los rumores, al menos los camareros de antaño, no estos
nuevos maniquís.
- El monstruo de mi infancia… Eso es imposible.- Por su
cara se nota que está absorbiendo más información de la que puede.
- Me tienes delante y dices que es imposible, sorprendente.
Pero deberías recordarme, estoy unido a tu interior.- Lo dice mientras con un
dedo toca su pecho, y luego el de ella.
- ¿Intentas decir que eres el monstruo que habita en mí?
- No, no, no. Ese es otro y mi trabajo es evitar que salga.
Como ya dije soy el monstruo de tu infancia, el que te vigila desde el otro
lado del armario, desde debajo de tu cama.
- Vale, pero no te recuerdo. ¿Es por eso que estás aquí?-
Ya parece ser ella de nuevo.
- Es normal que no me recuerdes, siempre fuiste muy dura.
¿Sabes que de pequeña, mirabas tú misma bajo la cama antes de dormir? Un día me
viste y me dijiste ´´ Tú quédate debajo y dormiré arriba´´ admito que eso no me
lo esperaba.- Su risa es potente y muy reconfortante.
- Pero no lo entiendo, ¿Por qué no recuerdo nada de eso?
- ¿Quién querría recordar a un monstruo? Los humanos nos
olvidáis en cuanto os hacéis adultos. Al romperse la ilusión os cambian los
ojos.- Su sonrisa se esconde entre la mata de pelo gris.
- Lo siento, no fue mi intención olvidarte.- Sin saber
porque pone su mano sobre la de él.
- No importa, es solo que mi trabajo se complica si no me
recuerdas.
- ¿Por eso estás aquí? ¿Para que te recuerde?- No sé si le
hace ilusión o si está loca.
- No, mi trabajo ya lo hice. Evité que el otro monstruo
saliese, ahora debo irme.- Vuelve a sonreír, pero transmite de todo excepto
felicidad.
- No puedes irte. Ahora que se de vosotros me preocupa que
vuelva a intentarlo, sería mejor que te quedases ¿No crees?
- Pequeña Marta ¿No lo entiendes? Soy el monstruo de tu
infancia y ya eres una mujer. Solo existo para que la oscuridad no devore tu
niñez.- Se bebe el zumo de un trago y se pone en pie.
- ¿Quién se presenta para despedirse?- No entendía nada
pero se puso en pie.
- No es presentarse si ya me conocías. Ahora te toca
cuidarte sola, serás capaz de sobra. Fue un placer asustarte de niña.
- Fue un placer conocerte, mi educado monstruo.
Y tras un abrazo se va. Sin duda, esto es algo que solo
puede suceder entre acordes de guitarra, en un antro moderno.
Diego Alonso R.
-
Comentarios
Publicar un comentario